También podemos decir que viene de tiempo en tiempo a su ciudad, y que algunas veces nos trae el estupendo regalo de una exposición de esas que, por la causa que sea, pero siempre ligada a sus propios sentido y sentimiento del arte, resultan inolvidables.
La estética de Coellar es un fruto maduro de las tendencias kitsch, entendidas como formas de expresión del arte que usan libremente, de modo colorido y con total desenfado y sin sujeción alguna a lo académico, los íconos populares, para construir su mundo propio, abigarrado, y dueño de una poderosa atracción mágico-soñadora-envolvente.
Sí, esa es la obra de Fernando: libre, ricamente cromática, acumulativa, a ratos audaz, sin llegar a ser irrespetuosa con las formas de creer y sentir de la gente; siempre buscadora de los significados profundos de los sueños y las pesadillas de la perdida, lejana infancia.
La experiencia irrepetible de luz, de sabor, de colores de aromas que van desde lo deslumbrante hasta lo misterioso, de figuras familiares, que, de pronto, se tornan en los signos propios de una creación incesante, en los símbolos de una multifacética personalidad artística, todo eso y mucho más es esta deliciosa trampa pictórico-ilusionista, nueva, única, y al mismo tiempo semejante a todas las exposiciones de Fernando Coellar, porque lleva su sello, tan personal y tan característico, inconfundible.
Entrevista de Diseño en Ecuador a Fernando Coellar